5 veces. Ya van 5 ocasiones. Twitter ha sido una de las decisiones más importantes de mi vida. Por raro que suene, por friki que parezca, abrir una cuenta en Twitter allá por el año 2009 fue uno de los pasos más relevantes.
Con el paso de los años, y mucho esfuerzo, fui adquiriendo peso, ganando seguidores, miles, y creando una marca personal consolidada, de cierta relevancia. No es algo que valore a nivel personal. Evidentemente, lo sé, sé lo que tengo entre manos, pero sigo siendo la misma persona que siempre he sido. Eso sí, claro, lo tengo en muy en cuenta, y por ello lo considero algo importante en mi vida.
Twitter me ha permitido conocer a gente maravillosa, entablar miles de conversaciones, enterarme de historias fantásticas, maravillosas, y lo mejor, me ha permitido encontrar trabajos que a nivel profesional y personal han sido totalmente gratificantes. He vivido dos veces en Madrid, he vivido en Barcelona. Todo gracias a mi labor en Twitter. Y no por compartir contenidos, tomar cierto tipo de decisiones, sino porque he conseguido crear una comunidad inmensa donde expreso las cosas como las siento, con mi tono personal, compartiendo como me gustaría a mí leer. Por ello, Twitter es importante.
Pero toda historia de amor tiene altibajos, y en los últimos meses, desde agosto más concretamente, todo ha ido cuesta abajo. Sumo ya 5 suspensiones, 4 de ellas injustas, innecesarias, con denuncias falsas. Lo más complicado de todo es que nadie hace nada, nadie da la cara en defensa del usuario. No hay respuestas, todo automatizado, nadie lee tus reclamaciones, nadie te da soluciones y debes buscarte la vida como sea.
Esto ha hecho que haya encontrado soluciones, pero que mi pasión por esta red social también haya decaído, se haya erosionado. Decepcionado, sin duda. Más allá de las suspensiones, que son falsas, producidas por bots (maldito invento), sino porque luego nadie ayuda, nadie te escucha, nadie te ofrece apoyo técnico. Te dan respuestas automatizadas, y búscate la vida.
Lo dicho. Twitter: una historia de desamor.