Portugal disputaba su tercer partido en la Copa Confederaciones 2017 en St. Petersburg. A priori eran favoritos a la victoria ante Nueva Zelanda para sellar, además, el pase a las Semifinales del campeonato. Y así fue. Cumpliendo expectativas, recreando cada una de las líneas del guión previsto por los creadores sabios del lugar.
En el seno del Krestovskyi Stadium, donde disputa habitualmente sus encuentros domésticos el Zenit St. Petersburg, una conversación entre el director y el actor principal, entre el profesor y el alumno. Cristiano Ronaldo y Fernando Santos, capitán y seleccionador de la Selección de Portugal. Una conversación silenciada, que no saldrá en los telediarios, que no será publicada en la prensa deportiva, que no generará debate alguno en redes sociales, pero que existió.
Estamos acostumbrados a ver al Cristiano Ronaldo estrella. La celebridad que flota entre las masas, que es idolatrado en cualquier punto del planeta Tierra. Pero ahí vemos al jugador, al futbolista, al profesional. No hay focos, no hay egos, no hay micrófonos que desvirtualicen nada. La intimidad de dos líderes, en un túnel de vestuarios, antes de un partido oficial. Mirándose a los ojos, juntos por un objetivo conjunto. La conversación silenciada, la que no se escucha, la que quedó retratada de forma brillante, la que gana sentimiento gracias al blanco y negro.
Si las paredes hablasen...