Quise hacer algo diferente. Cada vez lo pienso más. Fue algo improvisado. Había acabado la jornada de Copa Confederaciones y tenía unas horas muertas, sin nada que hacer, sin nadie a quien atender. Entonces, casi como un flash, de forma repentina, me vino a la cabeza el canal de uno de mis youtubers favoritos: Will Darbyshire.
Will hace vídeos diferentes, de una elegancia y un tacto audiovisual que me encantan. Nunca diré con este tipo de contenidos que son los mejores, ya que creo que siempre entra el factor subjetivo y, entonces, zanjar algo rotundamente como bueno, o malo, me parece erróneo. A mí me gusta y a ti, por ejemplo, quizás no te apasione. Y así con cientos de cosas. Pero me gusta. Me gusta el canal de Will Darbyshire. Si pudiera hacer vídeos como los suyos, los haría. Ojalá.
Bien. Me vino a la cabeza su canal, y de repente me di cuenta que tenía en la habitación el trípode montado, y las baterías de la cámara estaban cargadas. Era sorprendente, ya que muchas veces quiero grabar y cuando enciendo la cámara aparece el icono parpadeante que se traduce en chafón. Sí, me da pereza cargar las baterías de la cámara. Tenía el trípode, tenía la cámara, tenía las baterías cargadas y, algo importante, ese momento del día en el que la luz adquiere un valor especial, un aura mágico.
La idea me vino sola, casi de forma innata. Era el momento para captar esa idea. Ni antes, ni después. Si vino a la cabeza era por algo. Y lo hice. Grabé una serie de planos. Unos generales, otros detalle, algún intermedio incluso. Mi madre ya me vio toqueteando la cámara, y ya ni pregunta. De hecho me ayudó con un plano.
¿Qué saldrá? Claro. Una vez con la materia prima ya captada, ya trasladada al disco duro, tocará darle forma. Son planos sueltos en los que eliminaré el audio porque quiero que el audio nazca de cero, que la comunión imagen-sonido sea artificial.
¿Dónde lo publicaré? Ahí otra de las dudas, pero creo que tenerlo claro. Ya os contaré, amigos, amigas.
Domingo.