Wayne Rooney, herido, sobre el césped de Goodison Park (Matthew Lewis/Getty Images Europe)
Decían que Wayne Rooney iba a retirarse al hogar, allí donde creció, donde se forjó, en su zona de confort. Todo ello bajo el contexto de un bullicioso contrato económico que le haría firmar sus últimos días como profesional bañado en oro. Pero no parece ser así. Empezó con goles, dejando claro que aquellas voces que parecían sabias eran realmente ventajistas, sabiondos de la dialéctica. Durante el partido contra el Bournemouth, un duro golpe en el rostro le hizo sangrar de forma abundante, partiéndose la cara, literal, por su Everton, por el que equipo que nunca abandonó su corazón. Dicen, fue para pasar el rato, en albornoz durante el periodo invernal y en bañador y chanclas el resto del año. Pero no. Wayne Rooney es sinónimo de profesionalidad, de rendimiento, de galones, y la imagen vista en Goodison Park es el claro ejemplo de que sus valores, sea en Manchester o en Liverpool, se mantienen intactos.