Una de las cosas que más rechazo me genera de vivir en una gran capital europea como Madrid es el enorme ritmo de vida que exige a diario. No quieres. Te niegas a caer en esa catarata social que te arrastra. ¿Correr por un metro que vuelve a pasar en 3-4 minutos? ¡Estamos locos! Pero no engañaré a nadie. Ves a alguien correr delante tuyo y las piernas a veces actúan solas. Y así con mil cosas. ¿Crees que puedes dar un paseo 'de tranquis' por la Gran Vía? ¿Crees que encontrarás cercanía en los establecimientos a los que acudas en el centro? Me temo que no. Un no rotundo. Madrid exige un ritmo de vida alto si tu día a día se basa en el trabajo. Evidentemente, si acudes en calidad de turista, o si estás jubilado, todo irá a otro ritmo. Pero no es mi caso.
¿Y por qué hago una introducción presentando a Madrid como una montaña rusa de ritmos elevados donde acabas sucumbiendo y donde acabas mentalmente sometido? Por un fenómeno que vivo a diario, que uso a diario y que cada vez más me he dado cuenta que lo lleva a cabo más gente. Se trata del 'podfasting'. Realmente no sé si se utiliza este término, ya que ha sido una aceptación una licencia propia que me he permitido basándome en otro término que sí conocía anteriormente: los podfasters. Sí. Soy podfaster.
Pero, ¿qué es el fenómeno del 'podfasting'? Nace de dos términos: podcast y fast. Es decir, podcast y rapidez. Se trata de modificar la velocidad de reproducción de los episodios a los que estamos suscritos para poder escuchar todos. Sí. No existe un valor determinado que certifique el concepto en sí, cada uno puede reproducirlo a una velocidad elegida, pero reproducir un audio a una velocidad superior para poder consumirlo antes es una necesidad/obligación que está imponiendo esta sociedad en la que lo digital marca los ritmos. Yo lo escucho a 1'5x porque es mi límite. Superior a eso me resulta molesto, me hace perder el hilo.
Ahora no llegar a consumir todos los contenidos acaba siendo una obligación. Podcasts, series, películas, vídeos de YouTube... La oferta cada vez es mayor y lo que a priori es un hobby o una actividad de ocio se acaba convirtiendo en una obligación para 'estar al día'.
Y sí. A mí me pasa. Me produce cierto placer cuando llego al último audio por escuchar antes de que el volumen semanal inicie de nuevo. Y evidentemente el fenómeno del 'podfasting', o escuchar programas a mayor velocidad, me ayuda a ello. Una medida que acompaña a diario durante mis viajes al trabajo, durante los ratos que escucho podcasts en el estudio mientras hago otro tipo de tareas.