No hay nada como sentirse en casa, en tu entorno, donde has crecido, donde has pasado un periodo muy importante de tu vida. Las situaciones cambian, varían, mueves fichas, y en ocasiones toca salir de esa zona de confort, de ese calor doméstico que muchas veces se añorará. Fuera de allí se tendrá casa, pero difícilmente un hogar. Por muy cómodo que se esté en un lugar nada igualará ese cosquilleo especial de estar en casa.
En el mundo del fútbol ocurre, como en la vida. Jugadores que rinden en un club de forma excelente, salen fruto de su éxito con oportunidades fuera y, de repente, casi por arte de magia, tropiezo, caída. “Qué decepción, con lo buen jugador que era...”. Muchos casos de jugadores que destacan en un determinado equipo, generan un gran poder de atracción, son seducidos, atraídos, cazados y luego, la nada, frío, incluso soledad. Un incumplimiento de expectativas que rompen las lógicas aplicadas.
Este verano está ocurriendo una interesante corriente de traspasos que están sellándose bajo la etiqueta de los que vuelven a casa, de los que retornan al lugar donde se encuentran cómodos, donde sienten una protección cercana a la maternal. No tienen por qué ser de allí, pero sí deciden volver porque allí tienen ciertas raíces, un pasado marcado a fuego que por nada en el mundo son capaces de sustituir.
Algunos ya concretos. Otros que, parece, están por venir. Jugadores que cambian de equipo basando el latir de su corazón, de su más puro sentimiento. Ya sea por ser su lugar natal, por tener recuerdos marcados por lo pasional. No todo es una raíz familiar. Los futbolistas, como cualquier persona, son sometidos a una evolución personal durante sus respectivas vidas y el entorno es pieza clave del proceso. Un jugador que vive un buen momento de forma en un determinado club siempre guardará un recuerdo especial hacia ese equipo, hacia esa ciudad, hacia esa afición determinada.
Existen multitud de casos, pero recientemente se han producido movimientos que son los mejores ejemplos de ellos. Algunos de ellos rompen la lógica aplicada, pero no guardan mayor explicación de que fuera de allí sienten un vacío, incluso un frío, que más tarde o más temprano les hará volver.
Santi Mina o Denis Suárez al Celta de Vigo. Mario Hermoso al Atlético de Madrid. Raúl Albiol al Villarreal. Óliver Torres al Sevilla. Roberto Soldado al Granada. Cheryshev al Valencia. Odegaard en la Real Sociedad. Rumores como Neymar al Barcelona, James al Atlético, Nolito al Celta de Vigo, Otamendi al Valencia. Existen más casos. Son simples ejemplos para contextualizar, que nadie se me ruborice ni exalte. Todos bajo el mismo contexto: volver donde un día se sintieron bien. Con matices, claro. Unos vuelven a los equipos donde triunfaron. Otros vuelven a su tierra, donde crecieron. Otros simplemente vuelven a España, donde tendrán la comodidad de una cultura, un idioma y una liga conocida. Pero todos con el denominador común de volver donde un día fueron felices.
El objetivo de reencontrarse con etapas vividas, conocidas, con esa sensación de volver en cierta medida a una zona de confort que dejaron hace tiempo por cuestiones de la vida y que ahora, con la oportunidad sobre la mesa, buscan aceptar para ganar ese estatus emocional.
Sentirse en casa, en ese lugar donde la intimidad personal fue relevante, importante, vital, necesaria. Una situación que se está plasmando un verano más en el fútbol español.