El Manchester United anunció hace unas semanas la destitución de Erik ten Hag, primero, y la llegada, después, de Rúben Amorim. Un cambio que, aparentemente, debía ser positivo. Un movimiento que, se esperaba, podría resolver los problemas deportivos del equipo. Sin embargo, doce partidos después, no sólo no ha mejorado, sino que ha empeorado. En menos de dos meses, la figura de Amorim, que llegaba como entrenador de moda por su trabajo en el banquillo del Sporting de Portugal y que había sonado para ser futuro sustituto de Pep Guardiola, se enfriado. El técnico portugués empeora las cifras del neerlandés en Old Trafford. Pierde más (27'3% vs 50%), empata levemente menos (17'9% vs 16'6%) y gana menos (54'6% vs 33'3%). Por ahora, el cambio no parece haber generado la mejoría esperada y la figura del luso empieza a verse envuelta de ese malestar y ambiente enrarecido del banquillo local del Teatro de los Sueños desde el adiós de Sir Alex Ferguson hace ya doce años. Ya sean futbolistas o entrenadores, todo parece torcerse cuando llegan al bando red devil de la ciudad de Manchester.
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