Llegué hace un año a Vitoria-Gasteiz.
Recuerdo aquella tarde de viaje en tren, aquella primera noche en la capital de Euskal Herria.
Hacía frío.
Había llovido.
Cené una hamburguesa con patatas en una plaza que, por aquel entonces, era desconocida.
No había mucha gente en la calle, por las horas.
No sabía dónde iría a hacer la compra al día siguiente.
Tenía la primera reunión de trabajo la tarde siguiente.
No sabía qué vistas tenía desde la ventana. Luego descubrí que tenía terraza privada y unas vistas preciosas.
No conocía a los que fueron compañeras y compañeros de piso durante unos meses.
No sabía nada, en general. Una ciudad nueva, tras un viaje de casi nueve horas desde que había salido de casa. Un nuevo reto profesional, con una responsabilidad enorme. Un nuevo cambio de vida, y ya van ocho.
Aquella etapa laboral acabó antes de lo esperado. Todavía sigo pensando que el CEO de la startup metió la pata, bastante, y los resultados actuales ahí están. Dejó ir a gente muy buena.
Volví. Trabajé un mes en la empresa de limpiezas de mi pueblo. Todavía duele aquellos despertadores a las 4:50, pero, confieso, luego la rutina no estaban tan mal.
Pero fue un mes, como digo. Volví a Gasteiz. Volví por amor, básicamente. A la aventura total. Con ahorros, pero a la aventura. Y aquí sigo. Un año después, aquí sigo.
Algunas confesiones sobre mi primer año desde aquella primera noche:
La sociedad vasca me encanta.
Me siento muy cómodo viviendo aquí.
Vitoria-Gasteiz es un lugar tranquilo para vivir.
Es una ciudad repleta de cosas para hacer.
Sus paseos por los parques del Anillo Verde son un placer inmenso.
Me he iniciado en el squash.
La gente, pese al clima, hace mucha vida en la calle.
El sentimiento de pertenencia se ve muy reflejado en los equipos deportivos.
Se entiende perfectamente por qué fue elegida Green Capital.
Ya sé la diferencia entre Aupa y Epa.
La gente viste muy bien. Tienen rollito.
La tortilla de patatas es una locura.
Ya no bebo cañas. Ahora, zuritos.
Los jueves y viernes, pintxo-pote.
Gasteiz está a una hora de todo prácticamente. Bilbao, Donostia, Burgos...
Puedes ir a Donostia en autobús por seis euros. Ida y Vuelta.
Elkar se ha convertido en uno de mis lugares culturales favoritos.
Tiene tres catedrales.
Impone el ruido de las pelotas en los frontones.
Obviamente, me enamoré de las casas de la zona cara de la ciudad.
El transporte público es muy barato.
Espero cumplir otro año. Y más.
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