Os he hablado varias veces, quizás demasiadas, sobre la serie Master of None. Está en Netflix, para interesados e interesadas. Pero es que me gusta muchísimo por su sencillez narrativa. No cuenta grandes historias. No narra enormes sucesos. Ni siquiera será, seguramente, la mejor serie de la Historia. Pero tiene algo audiovisualmente que atrapa.
Me gustó la primera temporada, y cuando me enteré que saldría de forma oficial la segunda me entró un gusanillo especial en el estómago. Más todavía al ver el tráiler. Viajaríamos a Italia, o algo así. Y me motivaba. Pero me he encontrado una serie mejorada, majestuosa, elegante, maravillosa, en su segunda temporada.
Personalmente, sin tapujos, sin complejos. Caretas fuera. La segunda temporada de Master of None es maravillosa. Audiovisualmente es una obra de arte. Y no, no encontrarás detrás un megaconocido director reconocido a nivel mundial. A punto de acabarla, en su penúltimo capítulo (que dura casi una hora, casi el doble que el resto) me encontré una maravilla audiovisual que me obligó a compartir este post.
Desde que estudié Producción de Audiovisuales, Radio y Espectáculos no veo películas ni veo series. Veo planos, movimientos de cámara, recursos audiovisuales, y es esto lo que me atrapó de forma rotunda. Este post es, sobre todo, para destacar la magia de los planos generales que nos presentan extraordinarios entornos. Cada plano de estos comentados me maravillaba más. Reconozco que en alguno incluso paré el capítulo para quedarme embobado viéndolo. Junto a los planos aéreos, los generales (de forma general, valga la redundancia) son mis favoritos por el temor al descontrol que me producen. Cuando abarcas mucho existe el riesgo de querer mostrar demasiado, pero en Master of None me parecieron brillantes y, por ello, los comparto con vosotros:
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